Viajes_en_Velero_Islas Griegas del mar Jónico


Viaje en Velero por las Islas Griegas: de Preveza a Ítaca






de Preveza a Ítaca, 65 millas (agosto, 2009)

mapa de Preveza a Ítaca

Compartimos un taxi hacia Preveza Marina con dos abueletes griegos que han venido a la ciudad a comprar pescado. El taxista, Kostas, les cobra a los abueletes por la mitad del trayecto unos tres euros, a mí, por la otra mitad, quince. Cosas de ser turista. Atravesamos el tunel que pasa bajo el canal de Preveza. En la marina todo está en orden. Tienen en la agenda la varada del barco prevista para el primero de septiembre. Echamos un vistazo a los varaderos. Hay tres, Marina Aktio, Marina Preveza y el inmenso Marina Cleopatra. Calculamos unos mil y pico barcos varados. Es bastante impresionante ver este bosque de mástiles apelotonados. Parecen bastante profesionales. Sobre todo en Marina Cleopatra donde tienen un travelift gigante y buenas instalaciones. Las de la marina que he reservado son un poco más precarias pero pasables. He quedado con Kostas en que nos recoja en una hora para llevarnos a la policia portuaria e intentar por tercera vez entrar en Grecia. Además de darnos un segundo sablacillo. Va a ser que no. El funcionario que expide el Dekpa ha tenido un incidente y no vendrá en todo el día. ¿Seremos mal pensados y asociaremos su ausencia a ser lunes por la mañana y a que la noche pasada Preveza estaba en fiestas?. O no. La policia que me informa de todo esto, moño superlativo y rubio, falda tubo, tacones de aguja, tipo muy estilizado, me echa una nueva bronquita explicándome donde está la tax-office, en donde puedo adelantar el trámite pagando el impuesto que cuesta el documento. Se está convirtiendo en un hábito que cada día una griega me eche una bronquita. Qué carácter el de estas griegas. Vamos al tax-office, y algo es algo, consigo pagar, no sin dificultades, y sin nueva bronquita de griega que ni papas de inglés, el impuesto del Dekpa. Las chicas mientras tanto han hecho la compra así que podemos zarpar hacia Lefkas en donde intentaremos mañana acabar de entrar en Grecia. Navegamos a vela hasta la estrecha entrada del canal de Lefkas. Hay cuatro o cinco barcos esperando a que abra el puente, a las en punto de cada hora, que han echado el ancla para aguantar contra el viento. Como faltan pocos minutos decidimos aguantar aproados ayudados con el motor. Suena una sirena y de repente todos empiezan a recoger anclas, y a darle vueltas al motor. En el cruce del puente no te puedes quedar demasiado atrás, ni tampoco echarte demasiado encima del barco precedente. Es un poco caótico pero todo sale bien y cruzamos en fila india por el estrecho canal hacia la marina de Lefkas.

No era nuestra intención parar aquí, pero quiero resolver de una vez por todas el papeleo de entrada en Grecia y aquí debería ser todo un poco menos difícil. La marina bien, cara, pero bien. Al cabo de un rato aparecen nuestros amigos griegos de Gaios, que tienen, como casi todos los barcos que van llegando después de nosotros, algún problema para amarrar porque el viento cruzado les hace caer la proa al dar atrás. Los marineros, eficaces, pero con bastante malas pulgas indican a los patrones; todo a estribor, avante un poco, ahora a babor, atrás rápido, en fin... todo un número. Descansamos por la tarde en la marina, cafelito y copa de ouzo, y al atardecer bajamos a dar un paseo y cenar en el pueblo. Encontramos un restaurante con buena pinta en una de las calles laterales donde cenamos como Dios manda, con las advertencias del propietario de que va a llover. ¿Lluvia? ¿Qué quería decir ese verbo? No lo recuerdo y esta noche tampoco va a ser. Nada de lluvia en la noche de Lefkada. Al volver hacia el barco callejeamos y nos encontramos con una marea de gente en los bares y terrazas de copas de la ciudad. Un ambientazo para quien quiera fiesta. Nosotros preferimos volver al barco a tomar la última más tranquilamente y prepararnos para entrar finalmente en Grecia.

Madrugo para entrar en grecia. Más problemas. Esta vez con el seguro. Llevo una copia de la póliza traducida al inglés y aunque solo a nivel informativo explica las coberturas del seguro. No vale. Es preciso una copia en la que se especifique las cantidades y conceptos que exige la ley griega. Llamo a mi mediador y no responde. Llamo directamente a la compañía y explicándoles la urgencia de la situación, quedan en enviar en el transcurso de la mañana por fax una copia según exige la guapa policia griega. Entre tanto la policia me sonríe y cada vez que me sonríe es para pedirme algo más... certificado de registro, poder de la empresa para disponer de la embarcación, mi dni y título de patrón, el rol, lista de tripulantes, 15 euros de entrada en Grecia más otros veintitantos por el dekpa. La compañía se porta (justo es reconocérselo a Vitalicio) y manda el fax que la policia duda en aceptar ya que no se explica claramente (según ella) el período de validez de la póliza. Por fin parece satisfecha y medio disculpándose da el visto bueno. A la cuarta va la vencida y ya podemos decir que hemos entrado en Grecia. Con los papeles en regla navegamos con poco viento de cara hacia el Sur. Fondeamos en la pequeña isla de Sparti.

Isla de Sparti - Fondeo

Una preciosidad. Plan BCS, y seguimos a echar un vistazo a Skorpios, la isla privada de Onasis. Navegar por esta zona es muy hermoso. Las islas tienen una vegetación variada y frondosa, se alzan sobre el mar alcanzando cotas próximas a los mil metros, y donde quiera que miras lo que ves son islas, y hacia el este, lejos, las laderas peladas de los montes del Épiro. Curioseamos Skorpios, las residencias de la zona norte, el pequeño islote del oeste, la pequeña bahía donde Jacky Onasis se retiraba cuando se quería olvidar del otro mundo, esa dura vida de millonaria que tanto harta, el pequeño istmo de arena, las residencias de la costa sur. Es innegable que el viejo Onasis tenía buen gusto. La isla es preciosa la mires por donde la mires.

Isla de Skorpios

Pero hoy hemos decidido pasar inadvertidos en la zona y seguimos navegando hacia Meganisi. Queremos fondear en la bahía de Cavali, la más al norte de una serie de tres bahías con pequeños recovecos donde es posible hacer un fondeo seguro para pasar la noche. Bonito, bonito. Una sola casa con su bajada hacia el mar es todo lo que está urbanizado en toda la bahía. Menos mal que no han pasado por aquí los promotores y constructores españoles. Los árboles llegan hasta el mar. Pequeños muretes de piedra sostienen terrazas de olivos que clavan sus raices en la orilla. Echamos el ancla en unos cuatro metros de fondo, en fango, y tiramos dos cabos a tierra, mejor dicho al olivo.

Isla de Meganisis - Bahía de Cavali

La noche, muy tranquila y hermosa, hasta que oímos voces en medio del bosque. Deducimos que son los alemanes a los que vimos bajar a tierra que se han perdido porque las voces suben de tono en el silencio de la bahía. En algún momento nos quedamos dormidos.

Se mantiene el viento del sur en el canal que separa Levkas de Meganisi. Izamos mayor y génova y nos ponemos a hacer bordos. El viento va subiendo y el barco lo agradece. Con veinte nudos por la proa empieza a navegar como le gusta, lígero y acentuando el ángulo de ceñida. En pleno juego de bordos nos cruzamos con un Jeanneau 38 de pavellón inglés y nos decidimos a darle caza. Ellos se deben dar cuenta porque aprietan la ceñida. Mientras el viento se mantiene, no conseguimos acercarnos, pero a la salida del canal, cuando se pone en fuerza 5-6 empezamos a recortar. La cosa se pone interesante. Ya estamos a cuatro o cinco esloras y decidimos abrir unos grados para evitar su desvente y aumentar la velocidad. Pasadilla limpia por sotavento y saludo cordial como quien no quiere la cosa. Cuatro o cinco esloras por delante, volvemos a ceñir y ganar barlovento. Cuando la cosa está clara, saludamos caballerosamente y viramos para poner proa al norte de Cefalonia. Deportivamente nos devuelven el saludo. Seguimos navegando muy rápido y pronto alcanzamos la boca de Fiscardo en Cefalonia. Hay docenas y docenas de veleros y motoras por todos lados. Ingenuamente nos acercamos al muelle del pueblo a la busca del sitio inexistente. Nada de nada. Salimos de nuevo y fondeamos, con rasca cruzada, en la parte norte de la bahía, como ya es sabido, ancla al fondo, toda la cadena fuera, diez o quince metros de cabo, y liberando el freno del molinete para poder dar rápido atrás y no perder la arrancada. Nos metemos entre una motora italiana que evita que nos atravesemos y un Bavaria sueco. Dos cabos a las rocas y quedamos listos para conocer Fiscardo. El pueblo es, con Gaios, el otro punto chic del jónico. Llugares donde parece que todo la gente guapa quiere estar. De día es una locura, llegan las golondrinas y el pueblo, en plena canícula de agosto es un pequeño infierno. Por la noche la cosa mejora. Desaparecen las hordas de day-trippers y quedan en el puerto las tripulaciones y turistas alojados en la zona. Los bares, no obstante, abarrotados de gente guapa, insisto porque parece que en este pueblo no dejan entrar a los feos, digo que parece porque allí estamos nosotros en medio de tanto italian@ hiper-arreglado. Aparte de todo este mogollón, el pueblo es realmente bonito. En primavera debe ser un pequeño paraiso.

Isla de Cefalonia - Puerto de Fiskardo
Isla de Cefalonia - Puerto de Fiskardo
Isla de Cefalonia - Puerto de Fiskardo
Isla de Cefalonia - Puerto de Fiskardo
Isla de Cefalonia - Puerto de Fiskardo
Isla de Cefalonia - Puerto de Fiskardo

Llegó el día. Hoy pisaremos tierra itacense. Llevo diás dando vueltas a la posibilidad de no entrar en Ítaca, dejarlo para más adelante, para algún otro momento. Pero este viaje, a diferencia del poema de Kavafis, tiene un objetivo geográfico. Ítaca. Decido no pensarlo más y navegar hacia la isla, cuya imponente presencia tenemos a la vista desde ayer. La rodeamos por el norte, y decidimos hacer un fondeo en la bahía del puerto de Frikes. Buena decisión. El lugar es precioso, una pequeña playa de piedras hasta donde llegan en terrazas los olivos que ya nadie cultiva. Un poquito más al sur, otra ensenada con otra pequeña playa en la que se levanta una capilla de muros blancos y techumbre azul. Alrededor, los picos de la escarpada Ítaca. Nado a tierra, o mejor dicho a las piedras de la playa. Me siento a la sombra de un olivo, con los pies en el agua y pienso que hasta aquí llegamos. Tres meses y medio después piso la pedregosa Ítaca.

Isla de Ítaca - Cala de Frikes

El día sigue su curso con la metodología BCS aunque sin mucho tiempo para la S final, ya que se levante la brisa y tenemos las rocas de la costa a sotavento y a menos de eslora y media.

Isla de Ítaca - Cala de Frikes
Isla de Ítaca - Cala de Frikes

Seguimos navegando hacia el sur, rumbo al golfo de Aetos, en donde se abre la bahía de Vathy, la principal población de la isla. La llegada es preciosa. Se enfila hacia el oeste, entre grandes montañas verdes. En una de las puntas del sur aparece la pequeña ermita de San Andrés, a la que nosotros rebautizamos de San Ulises en honor a Cunqueiro, que nos enseñó que este santo fue el inventor del remo y del deseo de regresar al hogar. Superada la ermita, se abre la estrecha entrada a la bahía de Vathy, profunda y hermosa, que se ensancha a medida que se gana rumbo sur. Es un momento emocionante.

Decidimos quedarnos en el muelle del noroeste, más alejado del pueblo. Allí se encuentra la taberna de Dimitris, personaje real del libro "Corazón de Ulises" de Javier Reverte, a quien me gustaría conocer. Encontramos un único sitio libre en el muelle y amarramos a la griega entre una motora en la que una pareja disfruta de la sensualidad del verano, y un antiguo Halberg Rassey aparejado en ketch muy bien conservado. En la taberna de Dimitris nos damos una ducha al precio de dos euros por cabeza. Llega un camión cisterna con el que llenamos los depósitos de agua al precio de 4 euros los 100 litros. Y por fin nos vamos a cenar. La cena estupenda. Dimitris, bastante borde. Estará el tío cansado de españolitos que lleguan con el libro de Reverte bajo el brazo esperando ser recibidos con alegría. El tío casi ni me mira a la cara cuando le digo que he leido el libro un par de veces y que conocerle en persona es un placer. En fin. Que la realidad no te estropee una buena historia, decían en la facultad, y así debería ser. La cena, sin embargo, soberbia. La mejor Musaka que hemos tomado en Grecia, y un "stifado" igualmente delicioso. Damos un agradable paseo de unos veinte minutos hasta el pueblo, y éste nos sigue sorprendiendo agradablemente. No esperábamos nada especial de Ítaca, e Ítaca, no solo nos regaló un hermosos viaje, sino que nos dio mucho más de lo que esperábamos. Contentos regresamos al barco.

Parte de la tripulación ha madrugado para hacer compras en Vathy. Nos avisan de que hay sitio libre en el muelle y soltamos amarras para recogerlos allí. Amarramos en pleno centro de Vathy y con la tripulación al completo ponemos proa hacia Sami en Cefalonia.

De camino a Sami, fondeamos en la bahía de Sagaraniki, en el sur de Ítaca para el consabido BCS. El fondeo es malo, pero el lugar hermoso. No hay viento, así que nos pegamos a las rocas con treinta metros de cadena largada. El fondo es cascajo y cuando me tiro a comprobar el estado del ancla veo que solamente se ha arrastrado por el fondo levantando unos veinte centimetros de cascajo sin compactar. A pesar de todo, nos quedamos en la cala, atentos por si sube el viento. Al doblar el último cabo de Ítaca, entramos en el canal que la separa de Cefalonia. Aquí el viento siempre se acelera en una dirección u otra, normalmente del norte. El puerto de Sami está casi lleno. El pantalán principal está completo. Pensamos en hacernos un hueco entre las lanchas de los pescadores, pero hay cabos cruzados por todas parte. Quedan dos opciones, abarloarse a uno de los dos veleros amarrados en el muelle delante de las tabernas, o ir al muelle exterior en donde está amarrado un pesquero. Optamos por esto último. Un par de pescadores con aspecto magrebí salen a tomar nuestras amarras. Parece gente muy simpática. El barco queda bien amarrado. En esto llega un tipo con malas pulgas a decirnos que ese muelle es solo para barcos grandes, y que en unos minutos llegará un barco de más de veinte metros. Aunque así fuera, contestamos, hay sitio para todos. Pero el tío se pone pesado y amenaza con llamar a la policia del puerto. Vale. Hace como si se fuera a llamar por teléfono y al poco le vemos aparecer con el camión del gasoil. Ni policia, ni leches. El tipo no quería perder el cliente del megayate que estaba de camino. En un plan más conciliador nos dice que el pesquero se marcha a las siete, y que en cuanto se marchen que nos pongamos en su sitio. De acuerdo. La situación se relaja. Al poco llega un tremendo velero turco que amarra a nuestra proa con algunas dificultades. Todos contentos. Más tarde charlamos un rato con el patrón del velero que resulta ser un turco muy agradable y que nos cuenta algunos detalles de su barco, y hasta nos deja unos folletos. Hacemos cenita en el barco y salimos a tomar una copa al Willy's. Noche tranquila y regreso sin novedad.

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