Viajes_en_Velero_Islas Eolias en Sicilia


Viaje en Velero entre Mesina y Siracusa: La Costa Este de Sicilia





de Mesina a Siracusa, julio 2009 (85 millas)

El barco ha salido bien del amarre a pesar del poco espacio de maniobra. Han ayudado unos polacos que están amarrados al lado. Sigue zurrando en el estrecho. De veinte a veinticinco nudos, a pesar de ser solo las 9 de la mañana, con rachas aisladas de treinta. Con el génova rizado, y corriente en contra, el barco se aleja del estrecho. Unas diez millas más al sur el viento comienza a bajar, y al cabo de un rato, cae del todo.

Mapa Singladura Sicilia Este

Seguimos a motor hacia Taormina. Al doblar el cabo, aparece un campo de boyas. Se acerca el clásico personaje de la neumática y me pide 50 euros por amarrar. Unos minutos más tarde el ancla cae en un precioso claro de arena, frente a la estación de tren de Taormina, en donde queda perfectamente enterrada, con veinticinco metros de cadena sobre el fondo. El fondeo es el más resguardado entre Mesina y la zona de Catania, así que decido quedarme un par de noches. El segundo día, a las 13:30 exactamente, se levanta violentamente un viento tan caliente que quema la piel. Sube hasta veinte o veinticinco nudos en pocos segundos y se mantiene durante horas soplando incomodamente hasta la noche. Viene del NW pero tremendamente recalentado por la tierra siciliana. Un par de horas antes de empezar a soplar he advertido una franja de amarillo grisaceo-oscuro que desde el horizonte bajaba hacia el Sur. Me ha parecido algo raro. Ignoro si habrá tenido algo que ver con este viento seco y ultra-caliente que ha sacudido toda esta tarde.

Taormina desde el mar

Dan norte fresco para hoy, así que decido ponerme en marcha e intentar llegar a Catania a tiempo de comprar aceite y filtros para el motor. Ya le va tocando un poquito de aceite fresco.

Fondeo en Taormina
el Etna desde el mar

La costa se urbaniza de forma intensa al norte de Catania, en las localidades de Acitrezza, Acireale y Acicastello, a donde parece ser que van los catanenses los fines de semana. Es sábado y empieza el habitual desfile de "gommone". Dejo por el través los farallones que los cataneses identifican con las piedras que el ciego Polifemo lanza contra la nave de Ulises cuando este huye de su cueva. Pero, me quedo con E. Bradford y la caverna que descubrimos en Levanzo como patria imaginaria del malévolo cíclope.

Acicastello
Acitrezza

Dentro del puerto me dirijo al Mediterrane Yacht Club para hacer gasoil. El derrotero indica que ahí hay una gasolinera. Miente. No hay gasolinera. Desde la marina Diporto Etneo en donde he reservado me indican que me dirija a uno de los muelles pesqueros en donde en realidad se encuentra la gasolinera. La carta da una línea de profundidad de 5 a 10 metros, pero a medida que me acerco la sonda baja de forma dramática. Un velero más pequeño que el barco que acaba de hacer gasoil me aconseja entrar piano, piano. A gritos le pregunto al de la gasolinera por el fondo y me dice que 2,5 metros, pero que por si acaso, amarre de popa, y pegado a un pesquero que a su vez está amarrado al muelle. Menos mal que no hay viento. Sudando, voy metiendo el barco pegado, pegado al pesquero, rezando para que no se atraviese. Si esto ocurre, sé que de ahí me tienen que sacar con una grúa. Pienso en hacer gasoil en Siracusa, mientras doy atrás tan piano, piano que casi no nos movemos. La sonda marca 0,1 cuando, todavía a unos cuatro metros me lanza una amarra. Los 10 centímetros de la sonda desaparecen. Marca 0,0 exactamente y aún estoy a unos tres metros. Aaaalto! ¿Llegará la manguera hasta aquí?, pregunto. No problem. Todavía sudando, corro a tirar un spring de proa al pesquero y respiro hondo. Cuando por fin amarro en la "marina" de Catania son las doce y media, y a la una cierran las tiendas. Toca quedarse en Catania hasta el lunes. Aprovecho para hacer coladas y más coladas, darle una buena limpieza al casco, actualizar la web y dar unos paseos por la ciudad. A ver si en algún momento os cuento algo de Palermo y de Catania.

Salgo de Catania tras una mañana frustrante intentando conseguir aceite y filtros para el mantenimiento del motor. Autobús hasta el puerto de Ognina donde están los distribuidores oficiales de Volvo, y nada. Vuelta al centro. Giuseppe, el "gestor" de la "marina" llama a una tienda próxima y le dicen que sí, que ellos lo tienen. Camino hacia allí con un calor de justicia, y cuando llego solo tienen el filtro de aceite. Harto, llamo a Siracusa donde me aseguran que tendrán todo para el día 31. Quiero, deseo creerles, para salir de Catania que me está asfixiando. Numerito antes de salir. Ayer he pagado al marinero, pero este no le ha dicho nada a Giuseppe. Giuseppe sospecha que me quiero ir sin pagar. Me pide que espere hasta que haya llamado al marinero y confirmado que no le estoy contando un cuento. Reconfortante el valor que le dan a la palabra de un cliente. Llama y el marinero le dice que había interpretado que los 50 euros eran su propina. Por la simpatía, añado yo. El tipo ni daba los buenos días... Giuseppe se disculpa, sí. Salgo del puerto y una vez en el mar respiro hondo. Ha sido liberador salir del puerto de Catania. Navego agradablemente hacia el Sur. La duda está en fondear en una pequeña y bonita bahía, Brúcoli, abierta al mar de fondo, o en la más fea de Porto Xifonio, abierta a la brisa, pero bien resguardada del mar. Entro en Brúcoli y el sitio es muy agradable. Un pueblecito con su castillo, y la desembocadura de un pequeño ría que da acceso a un puerto interior con muy poquito calado. Enfrente, los típicos chiriguitos de playa a la italiana, bajo unas mansiones tipo inglés cubiertos los muros con enredaderas.

Brucoli
Brucoli desde el mar

Me gusta, pero entra el mar. Conclusión, me voy a Porto Xifonio, entre el macro puerto industrial de Augusta y el cabo Santa Croce. Las vistas de los alrededores son feas con ganas. Algo así como fondear detrás del puente de la Pías, con la vista de los astilleros e hileras de bloques modernos de gusto dudoso. Hacia el este la cosa mejora. El puertecillo e instalaciones de veraneo. El fondo de esta bahía es muy irregular, la sonda sube y baja entre los tres y cinco metros hasta donde me atrevo a llegar. Hay buenos parches de arena. Acierto con el ancla a la segunda en el medio de uno de ellos. Suelto cadena, compruebo que se ha enterrado bien, y de premio me otorgo una rica fabada Litoral. Estupendo atardecer. Noche en calma. Hasta mañana.

Salgo de Porto Xifonio sobre las once. Mi intención es doblar la península de la "Maddalena", al sur de Siracusa, y fondear en una pequeña bahía abierta al sur. Al pasar a la altura de Siracusa, me gusta tanto lo que veo que hago un rápido cambio de planes. Decido fondear un par de días en la bahía hasta el jueves o el viernes que entraré a puerto.

Siracusa desde el mar

Echo el ancla en 8 metros sobre fango. Al principio parece que garrea, pero finalmente debe atravesar el fango porque agarra bien. Largo toda la cadena que llevo a bordo. He contado, además del barco, otros veinte veleros fondeados en la bahía, en la que cabrían sin problemas otros cuarenta más. Hace demasiado calor para acometer operación dingui así que me quedo leyendo el final de "Situación Límite" de Conrad. El que quiera conocerlo, que lo lea, que vale la pena. Por la noche refresca un poco. Es un alivio. La visita a Siracusa queda para mañana.

Siracusa es una joya, un anticipo de Grecia, nada que ver con el deterioro y cutrez de Catania y Palermo. Ha hecho mucho calor estos días, bochorno incluso de noche, pero los paseos por la ciudad al atardecer han compensado el sudor permanentemente pegado a la piel. La ciudad antigua, Ortigia, se extiende por una península estrecha (isla en puridad) que se ofrece al Jónico en su cara este, y a una especie de laguna interior hacia poniente. Esta configuración recuerda a otras ciudades y puertos como Trápani, Cádiz o la misma Coruña. Ciudades lanzadas hacia el mar, como naves amarradas a tierra con el deseo perenne de largar amarras y zarpar. Vistas de noche, recuerdan buques iluminados, de afiladas proas que quisieran lanzarse a atrevasar la oscuridad del mar. La ciudad está cuidada e inmensamente más limpia que cualquier otra ciudad siciliana que haya visitado. La plaza de la catedral, al atardercer es como un gran salón de fiestas en el que turistas y locales se observan curiosos mientras dan vueltas con un helado en la mano. Observando la lateral se destilan trazos de la esencia de la historia siciliana; las columnas del antiguo templo de Minerva sustentan ahora una catedral barroca, que ya antes fue mezquita musulmana. Ha sido una delicia callejear por Siracusa, maravillarse con las fachadas de sus palacios, las filigranas de hierro forjado de los balcones, pasear con calma por el paseo marítimo y detenerse un rato en la Fuente de Aretusa recordando la leyenda de su origen. Incluso los sicilianos, en su mayoría altivos y arrogantes, parecen más amigables y sonrientes en Siracusa.

Teatro de Siracusa

Aprovechando la llegada de la nueva tripulación alquilamos un coche para hacer una excursión a Taormina. La ciudad es ciertamente bonita, en una situación extraordinaria, a los pies del Etna y con unas espectaculares vistas hacia el mar. Lamentablemente es también uno de esos lugares de visita obligada en Sicilia y está abarrotada de turistas. Llegamos justos para subir hasta el teatro en donde se prepara una función de Aida para los próximos días. Es divertido ver el ensayo con los figurantes. Dos filas de supuestos sacerdotes tienen que cruzar el escenario acompasados a la música del pianista. El director se desespera intentado poner orden. Un tal "Horatio" recibe todas las broncas del desaguisado mientras los figurantes se quejan por tener que esperar apretujados en la tramoya del teatro. Al tercer o cuarto intento conseguin cruzar el escenario ante el cachondeo generalizado de los que estamos observando el ensayo. Por cierto, Carmen se ha encontrado en el teatro con unas ex-alumnas. Unos minutos antes nos había dicho que tenía la impresión de que se iba a encontrar con alguien conocido...

Teatro de Taormina
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