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Viaje en Velero con Patrón por la costa turca del Egeo Golfos de Hirsanoru y Yesilova



Golfos de Hisanörü y Yesilova (agosto, 2010)

... es alrededor de la media noche cuando llega la nueva tripulación. Embarque de película. Es de noche, y bajo con la neumática a tierra. La dejo sobre una pequeña y oscura cala a los pies de las murallas de Rodas. Subo con una linterna por un pequeño sendero que se abre entre las rocas para salir al bullicio del puerto. Allí me encuentro con la nueva tripu. Tomamos una cerveza de bienvenida en una de las terrazas y con las mochilas a cuestas bajamos otra vez por el sendero solamente ilumnado por mi linterna a buscar el dinghy que espera en la cala. Como el dinghy es pequeñito, aunque formidablemente resistente después de diez años de cumplidos servicios, me toca hacer tres viajes desde la cala hasta el barco. Por fin, todos a bordo. Charlamos un rato y finalmente nos vamos a dormir.

mapa de la travesía por la costa turca del Egeo

De Rodas a Datça

Qué satisfacción salir del fondeadero en el puerto de Rodas. En dos días no ha dejado de soplar con intensidad. Veleros que como nosotros llegan y se ven obligados a fondear en una zona con escaso espacio. De un lado el dique de Mandraki, del otro el canal de entrada de los grandes ferrys y cruceros que llegan y salen constantemente de Rodas. Dentro del puerto, nuestro amigo el energúmeno. Imprescindible soltar mucha cadena lo que aumenta los radios de borneo. La gente que llega cansada de pelear con el chorrete de Rodas e intenta fondear lo más adentro posible. Toca defender que no te echen el ancla encima de la tuya, estar pendiente de que los radios de borneo sean más o menos homogéneos, y todo esto bajo una rasca permanente, con un tráfico que no cesa noche y día. En conclusión, a todo aquel que lo quiera oír, le doy mi consejo. Que no se le ocurra a nadie ir a Rodas en velero. Al menos no en el mes de agosto.

Aliviado me veo navegando con la nueva tripulación, ciñendo con fuerza 5 en un bordo que nos lleva hacia la costa turca. Navegamos bien. Un par de bordos más y pasamos de nuevo el cabo de Karavuru. El último tramo, el estrecho entre Simi y Sesklio y la entrada a Panormitis lo hacemos a motor. Hoy la bahía está prácticamente vacía y fondeamos a voluntad en el medio y medio. He pensado que a la nueva tripu le gustaría este lugar, una bahía tan cerrada dominada por el monasterio de San Miguel, además de la experiencia de dormir fondeados en vez de hacerlo en puerto. Ademas, es un buen lugar para llegar mañana temprano a Datça en donde haremos la entrada formal a Turquía. Primeros baños de fondeo.

Baño en Panormitis

La tripu baja a conocer el monasterio una vez que el sol ha caído lo suficiente, y esta vez, a diferencia de hace unos días, cenamos en la única taberna de la bahía. Bien.

Rumbo a Datça

Salimos hacia Datça. Poco viento y motoreamos hacia el norte. De camino, ese emocionante momento en el que cambiamos el pabellón de cortesía. La cruz griega por la media luna turca. Azul por rojo. Europa por Asia. Además hago ondear por primera vez en el barco la bandera amarilla, "Q" de cuarentena para solicitar libre plática. Llegamos bien al puerto de Datça. Desde el muelle un tipo en bañador y con gorra nos hace señas indicándonos donde amarrar. Seguimos sus instrucciones y quedamos bien amarrados en el centro del puerto de Datça. Justo enfrente está la oficina de un agente. Entrar en Turquía en un velero obliga a pasar varias administraciones: sanidad, aduanas, pasaportes y autoridad portuaria. Cuanto mayor es el puerto más engorrosos suelen ser estos trámites. Afortunadamente Datça es un pequeño puerto y el agente me confirma que en un par de horas todo estará resuelto. El asunto se retrasa porque es la hora de comer y uno de los funcionarios, no sé bien de cual adminsitración ha cerrado el chiringuito. Al cabo de un rato vuelvo a preguntar y me dicen que hay un problema. El "harbour master", no quiere dar entrada al barco porque el poder que me autoriza a hacer uso del barco, a pesar de llevar la apostilla de La Haya, está en español y no en turco. El agente se porta, vuelve a hablar con el capitán del puerto y finalmente este accede a darnos entrada en Turquía. Todo se salda con 150 euros por el barco, más 15 euros de visado por persona. En el precio están incluidos los trámites de entrada, salida, tasas y los honorarios del agente. Un poco más de lo que esperaba, pero ya estamos en Turquía legalmente y eso es lo importante. Ya es media tarde, así que decidimos hacer noche en Datça.

Puerto de Datça

Al atardecer damos un paseo por el pueblo. Está muy animado, sobre todo veraneantes turcos, aunque también se ven extranjeros. Sin muchas referencias escogemos al azar la terraza de un restaurante con vistas a la bahía que cierra Datça por el norte. La persona que nos atiende se muestra encantado de descubrir que somos españoles. Trabaja como coordinador de proyectos europeos en el ámbito de la educación y ha viajado con frecuencia a España, especialmente...a Coruña!!! Las coincidencias de la vida. Ha estado varias veces en Coruña colaborando en distintos proyectos con la gente del Cefores. Al menos esta vez no solo conocen Coruña por el Deportivo. Cenamos bien y salimos a estirar las piernas. Como en Grecia, como en Italia, como en España, los pueblos y ciudades se animan progresivamente a medida que va oscureciendo y resfrecando. Las calles ahora están llenas, todos los negocios y puestos callejeros abiertos, las terrazas repletas... La noche termina en una de las terrazas del puerto escuchando música latina!!! Algo no cuadra cuando sentado en la terraza de un pequeño puerto de Turquía te ponen a Los Panchos. En fin, esto de la globalización.

Rumbo a Bozburum

Hacemos la compra en Datça y con los tanques llenos de agua salimos hacia el golfo de Yesilova. Sigue sin hacer viento. Toca darle vueltas al motor. El tráfico en esta zona es intenso; sobre todo de grandes goletas turcas. Son barcos preciosos, construidos en madera, con uno o dos palos, aunque pocos utilizan las velas para navegar, con esloras a partir de los 18 ó 20 metros. Barcos elegantes, de porte clásico que se chartean a lo largo de toda la costa turca para turistas europeos y americanos. Entre Bodrum y Fethiyé se cuentan por miles y copan los fondeaderos de los golfos turcos. Para un pequeño velero como el nuestro suponen un problema añadido, especialmente cuando amarran a tu lado en el puerto ya que las dotaciones son escasas, normalmente un patrón y dos marineros, y no es fácil controlar esos barcallones cuando dan atrás para amarrar en el muelle. Pero con todo se aprende a vivir y lo mejor es disfrutar de su imponente estampa cuando te pasan a motor rompiendo elegantemente las olas con la proa. Decidimos hacer una parada en el fondeadero situado a sotavento de Kizil Adasi (Adasi, significa isla en turco). El paso entre la parte de costa y la isla es estrecho y poco profundo, pero muy hermoso.

Fondeo en Kizil Adasi
Fondeo en Kizil Adasi

En algún momento tenemos menos de un metro de agua bajo la orza, pero aún así, con el subidón de adrenalina, es fantástico observar estos fondos que se pintan con mil gamas de azul barco. Hay poco viento, así que me decido por ponerme a barlovento del islote que cierra la pequeña ensenada. Lanzo el ancla en más de 10 metros de fondo con mucha, mucha cadena y quedamos a unas dos esloras a barlovento del islote. El fondeo no vale para pasar la noche, pero sí para disfrutar de un increible plan BCS en estas fascinantes aguas cristalinas. Aunque ya estamos en Turquía seguimos preparando "joriátikis", las clásicas ensaladas griegas con tomate, pepino, olivas, pimiento, cebolla y un buen trozo de queso feta, todo ello con aliñado con vinagre de Módena y buen aceite de oliva del país. Francamente, con el calor, el sol, los baños... es lo que más apetece. A media tarde levantamos el fondeo y subimos hacia Bozburum, escasamente un par de millas al norte.

Puerto de Bozburum

En Bozburum

La llegada es interesante, un buen número de barcos se aproximan al puerto. Llegamos a punto para amarrar en el centro del pueblo, todavía quedan cuatro o cinco plazas libres, que se van a llenar en la próxima media hora. Hace calor. Mucho calor. Buscamos una terraza a la sombra para tomar algo fresco mientras el sol va cayendo y se puede empezar a respirar. Al anochecer salimos a dar un paseo por las orillas de la bahìa de Bozburum y acabamos sentándonos en una de las terrazas del puerto. Cena curiosa. Sin haber pedido nada, nos llenan la mesa de entremeses sabrosísimos. No discutimos nada y cuando nos sugieren pedir cordero de segundo aceptamos sin rechistar. Pero el cordero, un chiste. En cada plato debe haber unos 20 gramos de cordero, quizás no tanto. Cuando el dueño se acerca a preguntar si estamos satisfechos, nos miramos, y ... le decimos que sí, gracias. Noche de calor en el barco.

Rumbo al Golfo de Hisanörü

Salimos de Bozburum hacia el sur y atravesamos de nuevo el estrecho canal de Kizil Adasi, esta vez con más confianza, menos adrenalina, y, vaya con la confianza, casi me voy contra las rocas. Rectifico a tiempo y salimos bien del canal. Nuestro objetivo es fondear en la estrecha bahía de Dircek, en la ribera sur del golfo de Hirsanoru.

Fondeo en la bahía de Dirsek

La bahía es ancha y profunda, y en todo su perímetro hay fondeados barcos con cabos lanzados a tierra. Encontramos una zona más tranquila en la parte sureste de la bahía y lanzamos el ancla. Fer y Sira se lanzan con un cabo para hacerlo firme a las rocas. Todo sale ok. Nos damos unos baños y al cabo de hora y media nos ponemos en marcha. Fuera, en el golfo, el viento por fin se ha levantado. Sopla con fuerza 4 a 5, así que abrimos completamente el génova y disfrutamos de una navegación tranquila con el viento un poquito a popa del través. Es agradable volver a sentir el viento, aunque sigue viniendo verdaderamente caliente y no ayuda demasiado a aliviar la permanente sensación de calor.

Golfo de Hirsanoru

Al cabo de un par de horas entramos en la última de las bahìas del golfo, en Kiz Kumu. En el interior, en la parte este hay una buena marina, Marti Marina. Se dice que las marinas turcas son las mejores del Mediterráneo, al menos de la vertiente oriental. Mucho personal tremendamente servicial e instalaciones algunas veces de verdadero lujo. Hace algunos años eran además muy baratas. Hoy ya no es así y son bastante más caras que las pocas marinas que hay en Grecia. Llamamos por radio para saber si tienen sitio. Contestan afirmativamente. Sin embargo, es temprano y nos apetece pasar todavía un par de horas fondeados detrás de la islita de Orhaniye, en donde quedan los restos de una fortaleza bizantina.

Orhaniye
Orhaniye

En Kiz Kumu

El lugar es espectacular. Después de la sequedad y aridez de la mayoría de las islas del Dodecaneso, incluso del golfo de Yesilova, esto es una orgía de vegetación frondosísima que alcanza las mismas orillas del mar. Precioso. Al fondo de la bahía hay dos o tres restaurantes que tienen unos pequeños muelles de madera en los que amarran los veleros.

Amarrados en Kiz Kumu
Amarrados en Kiz Kumu

Básicamente funciona así: amarras libremente, te dan servicio de agua, luz, baños y duchas, incluso wi-fi sin cobrarte nada. A cambio, se supone que has de cenar en el restaurante que gestiona el muelle. Así lo hacemos, en esta hermosísima esquina de la bahía. Una buena cena, con todo lo anterior incluido, sale por menos de 15 euros por cabeza. Muy bien.

Tripulantes

La curiosidad del día la encontramos en el barco amarrado a nuestro estribor; llevan como mascotas, en su jaulita de cubierta, una pareja de grandes patos. Los hemos visto sacarlos de paseo y bañarse con ellos en la calita del restaurante... ??? En fin...

Patos mascota en velero

Confiamos en que esta noche refresque, pero a medida que el sol se va poniendo da la sensación de que la humedad ocupa su espacio. Y ya volvemos a estar sudando. Noche de calor, y nuevamente overbooking en la bañera del barco.

Rumbo a Benzik Buku y Kuruka Buku

Desayunamos en el restaurante, con algunos de los huéspedes que se alojan en uno de los pequeños apartamentos situados sobre la pequeña playa y que también gestionan los propietarios del restaurante. Sin prisas nos ponemos en marcha. Nuestro primer destino es la profunda y estrecha bahía de Benzik Buku.

Bahía de Bencik Buku

Esta península era conocida con el nombre del Promontorio Dorio. En el extremo de la península de Datça se encuentra el recinto arqueológico de Knidos, la que fue una de las más importantes ciudades griegas de esta zona. Cuando los persas avanzaron hacia las costas de Asia Menor, los habitantes de Kanidos pensaron en hacer un canal precisamente en este lugar, en la bahìá de Benzik Buku, que tierra a través está a menos de un kilómetro del golfo de Gokova. Consultaron con el oráculo de Delfos la conveniencia de acometer tal obra y el oráculo lo desaconsejó. Los persas avanzaron sin obstáculos y tomaron la ciudad de Knidos sin dificultad. No siempre se le puede hacer caso a los oráculos. Como he dicho, la bahía es estrecha y profunda, y también tremendamente frondosa. Lógicamente hay ya muchos barcos fondeados con cabos lanzados a tierra. Nosotros echamos el ancla en una pequeña esquina de la bahía y nos aplicamos duramente a la terapia BCS. El viento levanta un poco y la motora que está a nuestro lado tiene que rectificar el fondeo para no irse encima de las piedras, y como consecuencia se viene bastante encima de nosotros. Todavía una distancia suficiente para estar tranquilos. Llega en esto una chalana con un motor fueraborda patrocinada por una marca de helados. En el interior, un turco abrasado por el sol nos ofrece helados. Genial. En esta recóndita bahía este hombre ha encontrado un medio de vida vendiendo helados a la gente que está fondeada. A pesar de que los pagamos cuatro veces más caros que en cualquier otro lugar, parece justo, nos saben a gloria. Después de la mini-siesta, con este calor no es posible dormir dentro del barco, nos volvemos a poner en marcha, esta vez hacia Aktur, a la bahía de Kuruka (ahora también conocida por María´s Bay). Tenemos el viento a la proa, pero no son muchas las millas que nos separan del fondeo, así que decido pecar nuevamente y nos ponemos a ceñir con todo arriba, de diez a quince nudos en la proa. Agradable navegación y prácticamente llegamos a vela al fondeadero después de haber hecho un par de bordos largos por el golfo. Otros diez o doce barcos ya están fondeados pero el lugar es amplio y no tenemos problemas para echar el ancla sin molestar a nadie. El ancla agarra bien, el viento está cayendo, la noche será tranquila, aunque probablemente calurosa.

Fondeo en la bahía de Kuruka
Fondeo en la bahía de Kuruka

La tripulación decide bajar a tierra a cenar. El patrón se queda a bordo y se prepara un sabroso arroz con calabacines. Noche tranquila.

Regreso a Datça

Partimos hacia Datça. Tenemos que hacer la salida formal de aguas turcas, de nuevo las cuatro administraciones ya conocidas, en un puerto oficial de salida. Allí voy de nuevo al agente que nos gestionó la entrada y me confirma que en una hora y media todos los papeles estarán listos. Aprovecho para llenar los depósitos de agua, darle un manguerazo al barco y comer algo mientras se soluciona el papeleo. Mientras tanto la tripulación se entretiene a su manera.

Tripulación jugando a la pocha

Y volvemos a Grecia

Un par de horas después estamos saliendo de Datça hacia Simi. Seguimos con muy poco viento. Restituimos el pabellón griego al back-stay de estribor y me llevo el turco a la estantería en donde reposan los pabellones que han sido utilizados por el barco. Entramos hacia Simi por el estrechísimo canal que la separa de Nimos, un poco al norte. Unos cien metros en el punto más estrecho, que pueden parecer mucho, pero de verdad, que en el mar es muy, muy estrechito, sobre todo porque no te puedes pegar a los lados, ya que para tener dos metros de agua bajo la orza hay que afinar bien por el medio y medio. Veo venir una goleta grande por el sur, así que reduzco velocidad para que pase delante y que me marque mejor el camino.

Canal de Nimos en la isla griega de Symi

Así lo hacemos. Pasamos sin problemas alucinando al ver con toda claridad las rocas y detalles del fondo. No apto para cardíacos. Finalmente volvemos a entrar en la hermosa bahía de Simi. Amarramos en el muelle NW, mucho menos ruidos que el SE, en donde nos habían obligado a amarrar la última vez. Bien. A la tripu parece gustarle el lugar y bajan al pueblo a dar un paseo. Cena discreta en una de las terrazas del puerto. Por la noche, sigue haciendo calor y el overbooking se incrementa en la bañera

A primera hora zarpamos hacia Rodas. A sotavento de Simi seguimos sin viento, pero al alcanzar las proximidades del cabo Karavuru empezamos a sentir la brisa. Un poco más al sur, ya estamos de pleno en el "chorrete" del canal de Rodas. En esta zona siempre hay bastante más viento, y aumenta progresivamente a medida que te acercas al extremo NE de Rodas. A un par de millas del puerto, estamos navegando con 25 nudos y otra vez muy rápido. Tengo la ligera esperanza, solo ligera, de que llegando temprano podamos encontrar un hueco en el puerto de Mandraki, donde debe estar todavía mi amigo el energúmeno. Llamo por radio y contestan: "the harbour is full, you can anchor outside". Otra vez igual que la semana pasada. A fondear bajo el chorrete de Rodas. Hoy hay menos barcos que la semana pasada y más espacio cerca del lugar de desembarque del dinghy. Fondeamos bien, preparamos el dinghy y la tripulación se va de paseo a Rodas. A eso de las diez de la noche, me avisan que están cenando, que se van a tomar una copa y que después volverán al barco. Los espero y cerca de la medianoche bajo en el dinghy a buscarlos. Me he quedado con el cable de encendido del fuera borda en la mano. He intentado abrir la tapa para volver a engancharlo, pero una tuerca se resiste y sin luz, y con el movimiento del dinghy pospongo el arreglo hasta mañana. Toca hacer dos viajes a remo para ir a buscar a la tripu. Una de las parejas tiene que desembarcar a las cinco de la mañana, así que finalmente, cerca de la una de la madrugada, me voy a dormir. Primera noche, despues de otras muchas, en la que gracias al chorrete de Rodas, se respira dentro del barco.

Pues a las cinco menos cuarto ha sonado el despertador, y después de un breve desayuno he desembarcado a remo, todavía en la oscuridad de la noche, a la pareja cuyo vuelo sale a eso de las siete y media de la mañana. Nos despedimos en la calita al pie de la muralla y regreso a dormir al barco. Un par de horas más tarde la vida se despereza en el barco. Ya con la luz del día soluciono el tema del fueraborda y bajo al resto de la tripulación a la ciudad para que sigan haciendo turismo por la isla. Vuelvo al barco y me dedico a poner orden, fregar baños, nevera, repasar maderas, limpiar cubierta, etc. También bajo un ratito para hacer una compra que nos permita zarpar mañana temprano con la nueva tripulación. El día pasa tranquilo, con bañitos terapeúticos entre tarea y tarea. Todo vuelve a estar en su sitio en el barco y a eso de las siete de la tarde, se produce el cambio de tripulaciones. Desembarque y embarque casi simultáneos. Unos que llegan y otros que se van. Como la vida.