Viajes en Velero_Formentera_Lagartija

Viajes en Velero plaza a plaza en Baleares: FORMENTERA



Formentera, la isla-lagartija

El paraiso debe ser algo bastante parecido a Formentera a finales de mayo, y en un día como hoy, lamentas haber llegado demasiado tarde.

Cinco días en la isla, en esta pequeña isla, y sigo ignorándolo casi todo acerca de ella. Conozco ahora su aspecto, su olor, la forma en que juega con la luz y hace cantar al viento. No sé nada. Como una hermosa desconocida con la cual compartes un pequeño viaje. Imaginas su humor las tardes de domingo, o las mañana de primavera, cuáles serán sus proyectos, o su pasado, juzgas las marcas de su apariencia, el tino de sus gestos, el ángulo de su mirada, para descender del tren o el avión, o zarpar hacia otra isla, consciente de lo hondo de tu ignorancia.

Algunos trazos sobre los que se fundamenta mi ignorancia de la isla. Primero, los habitantes. En su mayoría venidos de ultramar han adoptado de forma generalizada el traje típico lugareño; camisetas de algodón sin mangas de tonos apagados, pantalones muy flojos o bombachos, sandalias de cuero o goma, pulseras de cuerda en los tobillos, cintas de colores en el pelo y livianos fulares en el cuello, tatuajes de tamaño o forma variables, y gafas de sol panorámicas. No es un traje regional de tradición secular. Se inspira en los precursores, aquellos hippies de los años sesenta que camino a Katmandú se tostaban en las playas ibicencas. Unos pocos debieron pensar que Formentera ya estaba suficientemente a levante y que para qué seguir caminando. Se instalaron en la isla y todavía quedan unos cuantos. Hoy los he visto ocupándose de sus puestos ambulantes en el mercado de artesanía de El Pilar de la Mola. Abuelitos venerables, canosos y arrugados, algunos ya encogidos y de andares renqueantes, envueltos en la pintoresca y colorista parafernalia que crearon hace medio siglo. Ahí siguen con el cuero, la madera o la pintura, los aromas naturales, las propiedades de los minerales o la recreación de los símbolos. Es decir, la lagartija. Una lagartija te acompaña desde que desembarcas en Formentera. Las hay a millares; agazapadas en los caminos de tierra, jugueteando entre las piedras de los cerrados, en las camisetas y toallas de playa , en las cartas de los restaurantes, en los carteles luminosos. La forma de la isla, vista desde el aire, recuerda vagamente a este reptil. Uno se pregunta por qué habran escogido como símbolo este animal. Cierto que las hay a miles, pero también abundan las ratas en las ciudades y no he visto todavía ninguna en su escudo municipal. Siempre hay algo más. Una o diversas cualidades del espíritu que el animal u objeto representan. Entre llamar a alguien lagartija, o llanamente rastrero y miserable, no media diferencia aparente. Debe haber algo más. Se me ocurre que se identifica el presumible primitivismo de los saurios con un anhelado estilo de vida. Simple. Quizás la célebre capacidad de autoregeneración, en cierto modo, parangón de inmortalidad, propio de su especie. O tal vez, la convicción de que nada hay de mayor importancia que tumbarse al sol sin prisas para templar la sangre. Malpensando, tal vez la clave esté en la similitud de carácter con algunos de sus lugareños; esquivos con el forastero, excepto en la tienda de souvenirs…

He recorrido esta isla-lagartija en una motocicleta de alquiler. Quizás debería decir las islas: aquella que mira al mar con playas largas y estrechas bañadas de luz barco, acantilados coronados por antiguos torreones de vigilancia, lagunas rosadas y salinas vibrantes. Y la interior; caminos secos de guijarros y tierra, pequeñas huertos, viñedos, algún olivo, pacientes cercados de piedra clara, pinares aromáticos, casas aquí y allá… Un atractivo ambiente rural mediterráneo al que se aferran los isleños. Conservarlo, en un entorno de agresiva especulación, ha sido su suerte o su mérito. El forastero envidia e ignora. Al forastero se le ignora, excepto, como decía antes, en las tiendas de souvenirs.

Aquí he conocido a José Ignacio, un coruñés que se vino quince días a Formentera, y aquí sigue casi diez años después. dejó su empresa y una vida de alto ejecutivo, para vivir en modo chanclas sobre esta isla con forma de lagartija. aquí ha hecho un poco de todo, o de casi nada, no se sabe bien: ha gestionado un restaurante, barcos de alquiler, introducido "Estrella de Galicia" en la isla... ahora solo se dedica a cosas importantes, fundamentalmente a embellecer la preciosa goleta turca en la que vive, la "Arabian Nights", y a tocar con un grupo de amigos con el nombre de "Músicos del Mar".

En Formentera he sido razonablemente feliz, y dicen que no se debe regresar a aquellos lugares en los que lo has sido. No sé. También se dice que de los lugares en los que crees que podrías llegar a serlo debes marcharte antes de cambiar de opinión. Tampoco sé. Creo que llegué demasiado tarde, y que he zarpado demasiado pronto. Quizás regrese. Quizás no.