Viajes en Velero: Almadraba en Carloforte

Viajes en Velero plaza a plaza en Cerdeña - La Mattanza



La Mattanza, las almadrabas italianas

Esta tarde he visitado el pequeño museo comunal de Carloforte. La primera de las pequeñas salas acoge una exposición sobre la “mattanza”. Que nadie se asuste, a no ser que el lector sea un atún. Una parte de la economía de algunas islas del Mediterráneo ha girado durante siglos alrededor de la pesca de esta especie. He recordado la escena de la “mattanza” en la película “Stromboli”, de Roberto Rossellini. Las advocaciones a los santos para propiciar una pesca abundante y libre de los “peces malos”. Las canciones de las mujeres después, cantos atávicos que estremecen por su hondura y determinación. Canciones anteriores a las propias comunidades que las cantan. La voz aguda y primitiva de estas mujeres se mezcla con el chapoteo cada vez más intenso de los atunes que son forzados a ascender a la superficie. Los hombres siguen jalando de las redes en la “camara della morte” y ya preparan los ganchos que clavan en los lomos de los atunes. Otra vez el mar se tiñe de sangre mientras atunes inmensos son alzados entre tres, cuatro, cinco hombres y empujados a las barcas de estiba. Son la tribu, el clan, el poblado entero que unido se lanza a la caza de los grandes peces. No creo que exista una diferencia esencial entre una “mattanza” y las cacerías de los pobladores de Altamira.

Las “mattanzas” como las almadrabas en España parecían destinadas a la extinción, sin embargo, en los últimos años, al menos aquí, en el Mediterráneo italiano, parecen estar reviviendo y vuelve a ser frecuente, verlas caladas entre los canales de las islas y las proximidades a los puertos. O al menos eso dicen… Llama la atención algunas similitudes entre nuestra “matanza” porcina, y esta “mattanza” marina: el atavismo que se desprende del sacrificio del animal, celebrado por la comunidad, de manera solidaria, y que anuncia el fin de un período de escasez. Por otra parte, del atún, al igual que del cerdo, se aprovecha todo. Lo inaprovechable, que es casi nada, se utiliza para abonar fincas y huertas.

La pesca del atún propició la aparición de pequeñas industrias conserveras, llamadas “tonnare”, hoy abandonadas y en ruínas, aunque en su día dieron trabajo a comunidades enteras. Frente a Carloforte, en Isola Piana, hubo una de estas tonaras, impulsada por un marqués napolitano al que le fue vendida la isla, el Marqués de Villamarina, nombre con el que también se comercializaba este atún, y que todavía hoy, en su forma moderna se puede comprar en las tiendas locales. La residencia del marqués en Isola Piana ha sido reconvertida en hotel de lujo, con el slogan comercial de isla privada con “porticciolo”, o sea, embarcadero propio para turistas de alto standing. ¿Por qué diremos alto-standing cuando en realidad queremos decir forrados?