Viaje en Velero con Patrón por las Islas Griegas: de Rodas a Leros
De Rodas a Leros (agosto, 2010)
De Rodas a Nísiros
He hecho madrugar a la tripu para salir tempranito hacia Nísiros. Son más de 50 millas las que nos esperan y mejor salir
con tiempo. Pasan unos minutos de las siete y media cuando el barco se marcha feliz del fondeadero de Rodas.
He tenido que despertar al patrón del barco que estaba a proa del nuestro, el tercer barco español que vemos por aquí
en lo que va de verano, porque imcumpliendo las normas de cortesía y sentido común básicos, ha decidido tirar su ancla justo a la proa
del barco, aún cuando le había avisado de que tenía echados 50 metros de cadena a la proa. Imposible salir así. Le he pegado
un bocinazo y se ha levantado para mover su barco. Menos mal que los dos éramos barcos españoles... En el canal, como siempre, quedan restos
de la marejada de estos días, pero el viento, a medida que nos vamos separando de la isla rumbo al sur de Simi va cayendo lentamente. Navegamos a
motor sobre una mar que poco a poco también se va calmando. El plan inicial era navegar lentamente hacia el norte desde Rodas para llegar a Leros
sobre el día 26 ó 27. Ha habido cambio de planes. Para dentro de tres días se espera que el Meltemy se endurezca considerablemente, y
en esas condiciones es preferible hacer norte ahora, con buena mar, que quedarse bloqueado más tarde en algún puerto incómodo soplando
fuerza 7 ú 8 durante varios días. Por tanto, primer objetivo llegar hoy a Nísiros, y mañana, de otra tacada alcanzar el puerto
de Lakki donde estaremos bien protegidos, con todos los servicios de la marina, y con la dulce isla de Leros para ofrecernos sus encantos durante un par de
días. La navegación discurre sin novedad y hacia las cinco de la tarde entramos en el puerto de Paloi, en la isla de Nísiros.
Todavía quedan cuatro o cinco huecos libres en el puerto. Amarramos enfrente del Captain's House.
Le alquilamos unas motos y duchados y frescos nos vamos dar un paseo y tomar una cervecilla en Mandraki. La nueva tripulación,
formada por Lorea y Jorge, y Marga y Gastón, muestran su entusiasmo y no dan descanso a las máquinas de fotos. Contentos, regresamos a
Paloi para cenar de nuevo en el Captain's House. Bien.
De Nísiros a Leros
Le he prometido a la tripulación que hoy será el último día que les haga madrugar. Quiero salir temprano porque
las previsiones son que al final de la tarde el mar se complique un poco y empiece a cargar el Meltemy. La duda, estando es Nísiros, y para ir a Leros,
es elegir entre bordear Kos por el este, más largo pero con menos mar, o hacerlo por el oeste, casi quince millas menos pero con peor mar. A primera hora
de la mañana está todavía bastante tranquilo y opto por lo segundo.
Doblar el cabo al sureste de Kos nos cuesta un poco. La sonda cae rápidamente pasando de más de 200 metros a menos de 50
en muy poca distancia y se nota en la ola que se forma. El barco sufre los primeros pantocazos serios de la temporada. Desconecto el automático e
intento negociar las olas, estas olas cortas y profundas del Mediterráneo, pero es casi imposible. Llegan en trenes de tres o cuatro olas. Sales bien
de la primera, regular de la segunda y la tercera te la comes. PLAFFF y nuevo pantocazo. Me alejo del cabo buscando más profundidad pero aún
tardamos una hora en alcanzar una mar menos violenta. Cuando por fin puedo poner rumbo a Leros, y el mar empieza a entrar por la amura de babor la
situación mejora. Ya casi no sufrimos pantocazos. Todo este tiempo, el viento ha estado en la proa, soplando entre 15 y 20 nudos. Las últimas
20 millas navegamos sin problemas. Creo que he acertado con la elección y son sobre las tres cuando entramos en la super protegida bahía de
Lakki. Es temprano para ir a puerto así que fondeamos enfrente de la calita de Koulouki, a donde tenemos previsto ir hoy a cenar. A media tarde,
levantamos el fondeo y entramos a puerto. Es agradable llegar a Lakki Marina. Duchas, algo fresco en la terraza del Escape y nos vamos caminando a cenar a
la terraza de la taberna de Koulouki. Cena a gusto de todos. La tripu parece contenta. El patrón se alegra.
En Leros
Después de la palicilla del día 19, todos hemos agradecido un par de días de descanso en la dulce Leros. El primer día, con
las motos alquiladas, le he hecho un pequeño circuito turístico a la tripu: Vromólithos, Pandeli, Platanos, Agia Marina, Alinda, e
incluso les he llevado a conocer una pequeña cala escondida al norte de la isla en donde hemos comido en la terraza de la única taberna,
mirando al mar, un buen plato de "maridaki", algo así como pescaito frito, acompañado con unas "joriátikis". Todo
muy rico.
Por la tarde, aprovecho para ir poniendo al día la bitácora, mientras la tripu sigue disfrutando de la isla. Al atardecer,
cervecita en la terraza del Café del Mar, colgado sobre la bahía de Vromólithos, y al oscurecer bajamos a cenar a Pandeli. Nuestra mesa
está directamente en la playa, a pocos centímetros mar, las olas perezosas casi nos rozan los pies. Cena a base de pescado. Antes de acostarnos,
copita en el Savana. Fluyendo, fluyendo, nos vamos a acostar.
El segundo día, la tripulación se emancipa y recorre la isla con sus motos. El patrón sigue con el tecleteo en
el ordenata para actualizar la bitácora.
Día tranquilo sin novedades en el que la vida sigue fluyendo como debe. Para cenar, hemos reservado en "O Milos",
probablemente el mejor restaurante de Leros. La media de diez a quince euros por cabeza que solemos pagar por cenar, se duplica en este lugar. Pero todos
coincidimos en que merece la pena. Cena sabrosísima y homenaje merecido a una estupenda tripulación.
De Leros a Lipsi
Durante dos días el Meltemy ha soplado con fuerza. Incluso en el interior de la protegidísima marina de Lakki se
sentían las rachas cargando con violencia. Hoy, el parte es mejor. Dan fuerza 4 a 5 aunque probablemente quede todavía bastante mar. Nuestro
objetivo hoy es navegar hacia el norte, a la isla de Lipsi. Salimos sobre las 10, con mucha calma. Una vez fuera de la bahía observo que las predicciones
no eran del todo buenas. El viento se ha entablado en fuerza 6 y hay bastante mar. Toca ponerse a ceñir.
Un rizo en la mayor y otro en el génova y hacemos un bordo largo, de unas 15 millas hacia el NW. Después viramos hacia el
NE librando bien la isla de Archangelos y apuntando directamente hacia la bahía de Lera, al sur de Lipsi. El viento sigue subiendo y le tomamos un
segundo rizo al génova. También ha rolado un poco al NW, lo que nos permite navegar un poco más abiertos y por tanto bastante más
rápidos. Las medias se ponen entre los 7 y 8 nudos. Recogemos velas con esfuerzo. Se agradece llevar un vasco medio navarro a bordo que no le hace ascos
a los esfuerzos. Los enrolladores de mayor y génova, cuando carga como hoy, con 25 nudos, se vuelven duros y reacios. Cuesta hacerlos ceder a mano.
Pero es lo que hay. Entramos en la bahía y fondeamos delante de una goleta turca que a punto ha estado de embestirnos. Siguen cargando rachas frescas
que no impiden nuestro plan BCS. El agua vuelve a estar fresca y transparente. Bocatas generosos y siestuki. A media tarde zarpamos hacia el puerto de Lipsi.
Con esta rasca, como era previsible, el puerto está lleno. Felizmente encontramos el último hueco entre una motora y un queche inglés.
A pesar de las rachas y el viento atravesado el barco entra bien y quedamos amarrados en condiciones. La tripu sigue entusiasmada con lo que ve. El
pequeño puerto de Lipsi que ya he descrito anteriormente y que a esta hora de la tarde, con esta luz mediterránea que va cediendo en intensidad y
ganando en matices cromáticos, se muestra recoleto y acogedor. Bien.
Paseos, un café, duchas para endulzar la piel salada, y cuando empieza a oscurecer salimos a cenar.
Les he propuesto conocer la taberna Dilaila, aquella en la que cenamos a primeros de julio y que resultó ser la única
taberna de Grecia sin televisor para ver el partido de España contra Paraguay. Cogemos un taxi y nos vamos a la bahía. El lugar encanta a la
tripulación. Cenamos Berenjenas "Dilaila" y Jorge se mete una carne asada en salsa de naranja que tampoco deja indiferente. Noche preciosa
con la luna llena iluminando la bahía de Lera. Buen día.
Qué gusto volver a dormir sin calor ni humedad. El viento ha soplado duro toda la noche y ha refrescado el ambiente considerablemente. Bajo a
tomar un café y comprobar las previsiones para el día. Queremos navegar hacia el norte, a la isla de Arki. Aquí, dentro del puerto, sigue
soplando con intensidad. Probablemente más que ayer. El parte confirma fuerza 6 a 7. Cambio de planes. Nos quedamos en Lipsi y mañana,
previsiblemente con fuerza 5, navegaremos hacia Patmos. No tiene sentido, con un parte desfavorable, abandonar un buen amarre en un lugar agradable, para
salir hacia el pequeño puerto de Arki, que probablemente esté completo, y tener que ir a buscarse la vida por ahí fondeado, mientras
el Meltemy ruge violento día y noche. La tripu decide pasar el día en la playa.
Cogen un autobus en el puerto que los lleva a una pequeña cala situada en el noreste de la isla, en donde se debe agradecer el
sotavento. Vuelven contentos. El patrón sigue con la actualización de la bitácora. Ya está quedando al día. Por la noche,
sabrosa cena en el Manolis con apagón de luz general en la isla incluido en el precio. Gastón no desperdicia ninguna oportunidad para
fotografiarse con los cocineros y camareros de las tabernas griegas. Fantástico. Ninguno se lo toma mal y al final siempre se hacen unas risas con
él. Si su inglés estuviera al nivel de su entusiasmo sería sin duda alguna el rey de las islas. Regresamos al barco. Mañana
más.
Desayuno con calma y nos ponemos en marcha hacia Patmos. Sigue soplando, pero bastante menos que ayer. Queda un poco de mar pero nos llega por la amura y
el trayecto resulta cómodo. Lorea, se pone a la rueda, y a un descuartelar, pilota con destreza por el canal que separa Lipsi de Patmos. Con fuerza 5
y a un descuartelar, el barco navega feliz impulsado por su gran génova de 55 metros cuadrados por las aguas del Egeo. Fenomenal el entusiasmo que
irradia esta chica cumpliendo su sueño de navegar en un velero por las islas griegas.En un par de horas llegamos a Patmos. En la bahía de Skala
siguen cargando rachas cruzadas que dificultan el fondeo. Con todo, entramos bien. Cincuenta metros de cadena lanzados perpendicularmente a la línea
del muelle y a la proa del barco. Nos metemos en un hueco entre dos barcos, justito pero suficiente. Al cabo, los dos barcos se marchan. Recordamos que
hoy todavía no nos hemos duchado. Pero no debe ser eso. Siguen llegando barcos, entre ellos un Jeannau 47 que larga mucha cadena, muy a barlovento, y
cruza el resto de cadenas de los barcos que allí estamos fondeados. Como nuestro plan es quedarnos dos días, pienso, ya saldrá. Al poco,
llega un Oceanis 43 de flota chárter. El patrón, un señor turco, echa el ancla un par de esloras a barlovento de donde está el
barco, para acabar amarrando a nuestro sotavento. Su cadena cruza la nuestra a dos metros de nuestra proa. Alucinante. Le pregunto cuando tiene pensado
marcharse y dice que dentro de un par de días. Paciencia, pienso. A media tarde alquilamos unas motos y cuando se acerca la hora del ocaso, subimos a
la Chora.
Cada vez que he llevado una tripulación a este lugar la reacción ha sido idéntica. Abren mucho los ojos y en su rostro
se refleja la sorpresa y la satisfacción de estar en un lugar tan hermoso.
Como mandan los cánones, en la Chora, a esa hora del atardecer, hay que tomarse un buen Martini con mucho hielo. Todos cumplen.
Bajamos a cenar a la bahía de Grikos. Después, copa digestiva en la playa antes de irse a dormir. De noche empieza a refrescar. Se agradece y
dormimos bien.
El Meltemy ha estado soplando toda la noche. Ha amanecido en Patmos y sigue soplando. Nos quedamos en la isla. Conducimos las motos hasta una calita en el
extremo norte. Es uno de los lugares más protegidos del viento, además de ser un enclave precioso que ya visitamos a finales de julio. Hoy hay
más gente que entonces, pero aún así, resulta un lugar muy tranquilo, con unas aguas extremadamente cristalinas, y toda una línea
de árboles en la orilla que ofrecen una sombra deliciosa. Baños tranquilos y relajantes.
Subimos a la pequeña taberna encaramada sobre la playa. A la tripu le encanta el lugar, y no menos el menú a base de
Maridaki y Joriátiki, además de algún frito. Menos de 9 euros por cabeza. A partir de hoy hemos decidido organizarnos en la mesa.
El apetito de Jorge y Lorea es proverbial, y cuando nos juntamos los tres en la mesa, de nuestra parte todo se acaba enseguida, mientras que en la parte de
Gastón y Marga, las bandejas siguen llenas. Como comen estos vascos!! Su apetito es parejo a su entusiamo. Fenomenal. Tarde en la que la
tripulación se disgrega temporalmente hasta la hora de la cena.
Nos reunimos en el barco para ir a cenar. Observo que la proa ha caído a sotavento, y el vecino de barlovento, un belga que
patronea un Oceanis 411 me dice que un barco grande ha levantado un ancla esta tarde y que quizás se la nuestra. Tensamos un poco la cadena y veo que
la proa vuelve a su lugar. En esto vemos salir al Jeanneau 47 que había llegado ayer después de nosotros. Su ancla se ha enredado y esta vez no
hay duda que la cadena que arrastra es la nuestra. El patrón da avante, atrás, gesticula y nos parece verle gritar pero no son capaces de
resolver la situación. En media hora será de noche. El vecino me ofrece su dinghy para ir a echar una mano. Allá voy. No tiene asiento
y tengo que remar de rodillas con el ventarrón atravesado. Llego hasta el Jeanneau sin aliento y el tipo me recibe a gritos, que a ver qué hace
mi cadena sobre la suya, que el llegó ayer... Le paro y le digo con toda la educación de la que soy capaz que fue él quien llegó
después de mí, que además fui yo personalmetne quien le recogió los cabos de popa en el muelle, y que es mejor que dejemos la
discusión e intentemos arreglar juntos el desaguisado. Omito decirle que es su ancla la que está enganchando la mía por haberla tirado
tan a barlovento y cruzando la del resto de los barcos ya amarrados. El tipo recula, se calla, luego se disculpa, y nos disponemos a solucionar el tema.
Por fin logramos subir su ancla y efectivamente la del barco también sube con la de él. Además con tanto giro adelante y atrás,
no solo está enganchada sino que ha cogido varias vueltas entorno a la cadena. Cada vez se ve menos y da bastante respeto meter las manos desde el
dinghy, entre cadenas y anclas que soportan tanta tensión, que intentas liberar, y que en el momento imprevisible de su liberación te pueden
enganchar una mano, hacerte mucho daño, o incluso llevarte al fondo. Nos lleva casi un cuarto de hora, ellos desde cubierta manipulando el molinete
y el cabo que hemos pasado por debajo de mi ancla, y yo desde el dinghy intentando liberar las anclas. Finalmente quedan libres. El hombre vuelve a disculparse
e intenta ahora quedar de amiguete... Vuelvo a remar de rodillas contra el viento atravesado y llego exhausto al barco. La situación ahora es la
siguiente: a pesar de haber tirado ancla y cadena al llegar de manera correcta, dos barcos nos la han levantado, a uno hemos tenido que auxiliarle, y lo
único que nos aguanta ahora es el propio peso de los 50 metros de cadena. Tampoco podemos salir a recoger el ancla y volver a fondear porque el
vecino de sotavento tiene cruzada por encima su cadena con la nuestra. Toca esperar que el peso aguante la proa, que el viento vaya cayendo y que mañana
podamos salir al mar lejos de tantos domingueros y maleducados. Cosas con las que hay que aprender a vivir en los puertos griegos. Con la tensión
todavía en el cuerpo, y el lumbago un poco tocado de remar arrodillado, he querido llevar a mi tripulación a cenar al "Cactus", pero
estaba cerrado, así que acabamos en una taberna un poco más típica. Resulta ser del padre de la chica que nos ha alquilado las motos.
Durante la tarde alquila motos, por la noche sirve cenas. El dueño del alquiler de motos es su primo. Cuando llegan los cruceros con turistas, trabaja
de conductor de autobús, cuando no, alquila motos. Parece que todo el mundo en las islas se busca tantas ocupaciones como su tiempo le permite para
aprovechar la bonanza económica estival. El invierno es largo en estas islas y durante muchos meses los ingresos, para la gente que trabaja con turistas,
serán prácticamente nulos. La pareja vasca y yo nos saltamos la copa y nos vamos a dormir. Gastón y Marga no la perdonan y se van a un
local con muy buena pinta en la salida de Skala hacia el norte. Noche de viento.
Y llega el fin del verano en Leros
Esto empieza a acabarse. Penúltima travesía de la temporada para el barco, a falta de la subida desde Lakki a Partheni para varar.
Salimos de Patmos con fuerza 5 y ponemos rumbo a Leros. Navegamos por la aleta. Viento y mar nos empujan hacia el sur. El viento se mantiene bien hasta un par
de millas de la entrada a la boca de Lakki. Entramos en el puerto y volvemos a fondear en la bahía de Kouluki en la que ya paramos cuando
llegábamos de Nísiros unos días atrás. Última terapia BCS de la temporada. Deliciosa. Con lo que queda en la nevera
preparamos un piscolabis en la bañera. Tarde muy agradable que va pasando entre baños de mar y baños de sol.
Entramos a puerto con tiempo para darnos unas duchas tranquilas antes de irnos a cenar. Cervecita en el Escape. Hemos alquilado unas
motos. La tripu ha decidido invitar a cenar al patrón en "O Milos", probablemente el mejor restaurante de la isla, en donde ya cenamos la
semana pasada. Cena fabulosa, rodeado por no menos fabulosa tripulación. Gastón y Marga siguen sin perdonar la última copa. El resto,
nos vamos a dormir. Primera noche de agosto en la que se agradecen las sábanas para dormir. Qué gustito.
Últimas horas en Leros para la tripulación. Marga y Gastón se marchan a primera hora de la tarde en el catamáran que les
lleva a Kos, de donde sale su vuelo a Atenas y de allí a Barcelona y Coruña. Nos despedimos con tristeza. Lorea y Jorge salen de noche con
el ferry hacia Atenas. Hacemos una última cena juntos en la taberna de Koulouki. Esta noche no está el camarero que me ha atendido todo el
verano. Al cabo de un rato, aparece todo vestido de blanco. Se acerca a saludar y le pregunto si no trabaja esta noche. Me dice que es el cantante del grupo
de música tradicional griega que toca en la taberna a partir de las diez y media. La historia del pluriempleo en las islas se repite. Camarero durante
la semana, cantante los sábados por la noche. Decidimos quedarnos un rato para oírle cantar. Lo hace bien, con una voz grave y bien modulada.
De vez en cuando nos mira y saluda con una sonrisa. En un momento de la actuación, se levanta y viene hacia nuestra mesa. Se pone al lado de Lorea y
le canta. Ignoramos el contenido de la letra. Apostaría, no obstante, a que son palabras de amor pronunciadas desde la nostalgía de una isla
lejana. Grecia y el Egeo. A medianoche, Lorea y Jorge se van a embarcar. Segundo momento triste del día. Me voy a dormir. Mañana tengo un
montón de faena.
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